Mi bebé tiene fiebre, ¿qué debo hacer?

Cuando la temperatura del bebé se eleva más allá de los parámetros establecidos, los padres comienzan a tener dudas sobre qué hacer, y generan a su vez un ambiente tenso que no favorece para nada la correcta actuación.

Para empezar, la fiebre no es más que la respuesta del cuerpo a una patología concreta. Es decir, nuestro organismo eleva la temperatura para que determinados procesos enzimáticos o metabólicos no tengan lugar, impidiendo a los microorganismos su avance. Ésta es una de las múltiples consecuencias que puede tener la fiebre, pero hay que recordar que siempre enmascara algo.

Por eso, cuando tu bebé tenga fiebre desde el primer día hay que acudir al pediatra o en su defecto al servicio de urgencia. Casi siempre, la sintomatología más frecuente que acompaña al estado febril suele ser la debilidad, falta d apetito, ganglios del cuello abultados o dificultad para respirar.

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¿Qué temperatura se considera fiebre en los bebés?

Ni  todos los niños son iguales, ni la fiebre tiene un mismo origen. Por este motivo, determinar una temperatura exacta para diagnosticar fiebre en el bebé es difícil. Según la OMS, se considera fiebre cuando la temperatura corporal supera los 38,5 ºC y empieza a ser preocupante a partir de 39 0C o 40 ºC según el caso.

Si bien, como hemos dicho anteriormente, la fiebre es un mecanismo de defensa, también es el síntoma que ayuda a detectar que hay algo que no funciona en el niño, generalmente una infección vírica o bacteriana, aunque puede ser otra cosa.

Ante una temperatura elevada es importante que el bebé permanezca en la cama, pero si se observa que está activo y necesita jugar no hay por qué impedírselo, siempre y cuando sea con moderación.

¿Cómo debo tomar la temperatura a mi bebé?

La mejor hora para tomar la temperatura es por la tarde, pues el pico máximo de fiebre en adultos está comprendido entre las 18 y las 20h. En los bebés, teniendo en cuenta su horario, sería un poco antes. Tomar la temperatura no es algo puntual, sino que debe controlarse, por lo que es habitual tomar 2 o 3 veces sin llegar a obsesionarse. No hace falta estar cada 15-20 minutos. El estado febril es un proceso lento y no cambiará repentinamente, así que no hace falta insistir.

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Muchas mamás preguntan si los valores pueden modificarse si se acaba de bañar al bebé, o bien si acababa de comer o realizar la toma. La respuesta es que la fiebre no variará mucho, puede que algunas décimas, pero no de forma significativa para que un médico pueda valorar el resultado.

¿Qué medicamentos se utilizan habitualmente para la fiebre del bebé?

De carácter general, existen 2 principios activos básicos para el tratamiento de la fiebre del bebé: el paracetamol y el ibuprofeno. Ambos son antitérmicos (ayudan a reducir la temperatura,y por tanto, desaparecen algunos síntomas aunque no la causa), siendo el ibuprofeno un antiinflamatorio también.

Para bebés se presentan por vía oral en forma de gotas o jarabe mediante la aplicación de una jeringa, o bien, en sobres cuando ya son más grandes. Estos antitérmicos suelen administrarse por separado o en combinación (alternos) cuando la temperatura supera los 38,5 ºC.

Los efectos de la administración de este tipo de fármacos empiezan a notarse al cabo de los 20-25 minutos. Y como se ha comentado, son un primer tratamiento para hacer desaparecer los principales síntomas como el abatimiento, dolor de cabeza, dolor de garganta, dolor dental o de encías y la elevada temperatura del cuerpo, pero no sirven para tratar al bebé.

Estos medicamentos no se administrarán cuando el bebé vomita, ya que para asegurar la correcta absorción del fármaco se utilizará la vía rectal mediante la aplicación de supositorios.

El ácido acetilsalicílico, con doble acción como el ibuprofeno, no está recomendado en bebé ya que puede producir efectos graves como el síndrome de Reye. Muchas sociedades médicas aconsejan su uso a partir de los 16 o 18 años.

Antibióticos para la fiebre del bebé, ¿cuándo los utilizo?

Tampoco hay que alarmarse, pues algunos procesos febriles se resuelven solos cuando la infección es leve y es el propio organismo quién resuelve la situación.  Esta situación es muy frecuente cuando se trata de infecciones víricas, dónde la administración complementaria de antibióticos (p.ej amoxicilina, amoxicilina-clavulánico, claritromicina,…) NO sirven para nada, es más, alteran la flora bacteriana del bebé llegando a producir episodios diarreicos u otros síntomas. Por eso, es muy importante que el pediatra sepa diferenciar una infección de otra y no se limite simplemente a establecer un método rutinario (muy común, cuando se comenta que «hay una pasa de fiebre entre los niños»). Si cada niño es un caso diferente, cada diagnóstico también.

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En cambio, cuando existe la posibilidad de que se produzca una infección bacteriana (bronquitis, otitis, sinusitis, amigdalitis,etc…) entonces sí que entran en juego los antibióticos, siendo fármacos que solamente puede prescribir y recomendar el médico, aunque a día de hoy muchos padres adopten la facilidad de preparar el járabe y administrárselo al bebé como una operación más. Lo que no saben es que sí el principio activo o la posología no es la adecuada, favorecerán la resistencia de las bacterias en un futuro, complicando la elección de los tratamientos farmacológicos cuando el niño sea más grande.

Por lo general, para elegir antibióticos el médico deberá sospechar previamente de infección bacteriana (observación directa de placas de pus, auscultación, análisis clínico, etc…). La duración del tratamiento mínimo suele ser de 7 días (infecciones más comúnes), llegando incluso a los 14 para determinados activos. En ocasiones, y sobretodo con las afecciones de tipo respiratorio, suele hacerse una pausa y luego se vuelve otra vez con el tratamiento. A partir de aquí se valora la situación del bebé (elección de otro tipo de antibiótico, administración de aerosoles con cámara, derivar a un especialista,…).

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