El embarazo llega a su fin cuando han pasado aproximadamente 37 semanas. Un recién nacido es considerado como prematuro cuando nace antes de estas treinta y siete semanas, aunque existen varios niveles de prematuridad. Si el parto se produce entre la semana 32 y 37 es un prematuro moderado y si nace antes de las 32 semanas será un prematuro extremo. ¿Qué problema tiene nacer antes de tiempo? Pues supondrá un problema en el desarrollo postnatal y por eso hay que tenerlo en cuenta. En el 50% de los casos, la prematuridad se debe a algún tipo de problema en la madre o en el bebé que obliga a terminar el embarazo y provocar el parto. En los casos restantes, existe una complicación denominada amenaza de parto prematuro, que se origina con las contracciones antes de tiempo (no confundir con las contracciones de Braxton-Hicks que son de poca duración y más leves) y que aparecen de manera aislada, o bien, con una rotura prematura de las membranas. El motivo de esto no se conoce todavía pero se está investigando en ello.
Los problemas del bebé prematuro están muy centrados en la adaptación al medio extrauterino por su inmadurez y su bajo peso. Al nacer antes de las 32 semana solamente 1/3 de su peso está desarrollado así como los órganos fetales que deben adaptarse al medio externo.
Cuanto más pequeño, el bebé será más inmaduro y los riesgos de enfermedades del bebé en los sistemas respiratorio, nervioso, digestivo, renal, inmunológico y en la visión serán más elevados que un bebé normal.
Por ejemplo, los pulmones necesitan una surfactante, un componente que impide el colapso de los alvéolos pulmonares y que sirve para que éstos funcionen correctamente y permitan realizar el intercambio de oxígeno hacia los tejidos del bebé sin problemas. El bebé prematuro posee bajos niveles de surfactante y esto impide llenar sus pulmones con el aire ambiental originando el síndrome de membrana hialina. Es por ello que el bebé no puede expandir sus pulmones y respirar por sí solo y hay que administrarle surfactante artificial y someterlo a un soporte respiratorio con aparatos especiales a lo que conocemos en hospitales y clínicas como «incubadora«.
Físicamente, los bebés prematuros presentan una cabeza grande y desproporcionada con respecto a las extremidades. Su piel es fina y transparenta las venas y arterias superficiales. Su masa muscular es pobre y tiene las palmas de las manos y plantas de los pies enrojecidas. Los genitales también están poco desarrollados e inmaduros. En niños, los testículos todavía no han descendido todavia hacia el escroto y en niñas, los labios mayores no cubren a los menores.
La incubadora realiza la función de útero transitorio del bebé y lo mantiene a una temperatura constante de 30 grados y una humedad de 80-90%.
La leche materna es el alimento recomendado en el prematuro ya que aporta al bebé los elementos nutritivos y anticuerpos que todavía no puede generar por sí mismo. El problema: el bebé no succiona correctamente porque está débil, no tiene fuerza y debe alimentarse a través de una sonda naso-gástrica, un pequeño tubo acoplado a una jeringa cargada de leche materna que previamente ha sido extraída con un sacaleche.
El bebé prematuro ganará peso más lentamente y hay que estar muy atentos al tono muscular y a la respuesta a distintos estímulos. Los padres deberán ser pacientes ya el ritmo de adaptación del prematuro es muy particular. Pero no por ello, se debe dejar de estimularle, acompañárlo, acariciarlo, hablarle y que sea consciente de la presencia de los padres con todos los sentidos.
Cuando el bebé ya respira sin ayuda, deja de alimentarse por succión y alcanza el peso establecido estará en condiciones para darle el alta y empezar una vida normal si no existe ningún otro tipo de problema.